Silvina Luna, perdónanos por ser cómplices de tu muerte… Hablo en plural, me tomo el atrevimiento de hablar por ti, por mí y por todos, porque todos somos atrevidos, inconscientes, desmedidos a la hora de opinar del cuerpo de otra persona, si es flaca, gorda, flácida, ‘desculada’, panzón… Sin medir las consecuencias, sí, lamentablemente como todo en la vida, las hay.
¿Quién es Silvina Luna? Me toca cambiar el tiempo de verbo por el ‘era’, en pasado, porque el 31 de agosto se murió, después de 78 días internada, y 10 luchando por ganarle tiempo a la muerte, e intentar sacar del su cuerpo el veneno que le inyectó un dizque cirujano plástico, llamado Aníbal Lotocki en sus glúteos para agradarlos, dejarlos redonditos, en alto y ‘perfectos’.
“No aguanto más estar en este cuerpo enfermo”, fue una de sus últimas frases que dijo el un hospital de Buenos Aires, Argentina, mientras pedía ‘trascender’ para no sentir más dolor… Las diálisis de 4 horas, tres veces por semana, no le alcanzaron para poder esperar el transplante de riñón, los que dejaron de funcionar cuando el veneno ‘estético’ se regó por todo su cuerpo.
Silvian Luna se hizo famosa en el 2001 cuando participó de ‘Gran Hermano’ Argentina, sus ojos azul mar conquistaron a su país, pero las críticas, el no llegar a los que se señalaba como el estándar de ‘cuerpo perfecto’ la llevó a un acto desesperado: inyectarse un producto ‘revolucionario’ con el cirujano de las estrellas, que terminó no siendo ni cirujano, y estrellando a todas.
Esa decisión que tomó en el 2011, 10 años después de conseguir ser vista, como tanto soñaba, marcó su vida y la llevó a la muerte. Su decisión, que estaba tomada bajo todos nuestros ojos, que decidían que no era perfecta. ¡Qué locura! Y así vamos por la vida matando sueños, ilusiones, personas y a nosotros mismos… ¿Hasta cuándo?
¿Están mal los tratamientos estéticos? ¿Está mal recurrir a las cirugías? ¡No! Todos tenemos derechos a buscar nuestra mejor versión, pero no la que el otro dice que tenemos que tener, no la que juramos que tienen ellos, los que queremos ser, y que ni siquiera son reales, porque están llenos de filtros, photoshop, maquillaje y luces increíbles… Las que no tienen, igual que tú y que yo, cuando se miran al espejo como todos nosotros.
“A veces no se dimensiona en su totalidad la presión que sufrimos muchas mujeres con el tema de crecer, de los mandatos, de ser parte de un estereotipo de un cuerpo hegemónico, que durante décadas se instaló. Y en el proceso de atravesar tanta exposición, no se dan cuenta a veces el daño que hacen juzgando y opinando sobre el cuerpo del otro, desde esos patrones antiguos de esta sociedad. Cada quien es libre de tener el cuerpo que quiera y mostrarlo, disfrutarlo de la manera que se le cante”, escribió Silvina Luna en su cuenta de Instagram cuando aprendió.
Sí, porque en el camino del dolor, de la lucha, se encontró, y sobretodo, llegó a descubrir sus misión, llevar este mensaje, de no hacer nada por lo que el otro sentencie, de amarnos como somos, sin dejar de luchar por lo que queremos ser, pero con la firme convicción de que es nuestra decisión, no la de quien te señala.
Ella dejó de sufrir, su ‘asesino’ con título de cirujano, quien aún está libre, ya que solo recibió una mínima sentencia, podría por fin comenzar a pagar, y a nosotros, Silvina nos dejó una enseñanza, un mensaje, una vida que solo tuvo 43 años, que nos debería sacudir y no solo dejarnos pensando un par de días, sino cada vez que vamos a señalar, cada vez que nos señalan, cada vez que tomemos una decisión. Que siempre sea de adentro, para afuera, y no del otro hacia uno.
Sil, descansa en paz, ya no te duele más nada a vos, a nosotros sí, perdónanos y trataremos de aprender la lección para que cada vez este mundo tenga menos Silvina Luna en los cementerios.